Antes de empezar con esta reflexión, he de hacer una aclaración: no considero que todo lo natural sea bueno ni que todo lo bueno sea natural.
Hay setas venenosas, elementos químicos que son mortales (sí, los elementos "químicos" son naturales, solemos confundir la "química" con lo "artificial" y tampoco es cierto) y compuestos que vienen de bacterias, de plantas o de animales salvajes que son hipertóxicas (como el curare, la tetradotoxina o veneno del pez globo y la toxina botulímica o "botox"): un miligramo de estos últimos podría matar a una persona. Un gramo a unas mil personas.
Tampoco podemos afirmar que la radiactividad del uranio, del radio, del torio(1)... sean buenas para nuestra salud, por muy naturales que sean.
Dejamos aparte el Plutonio y otros elementos químicos (2) que, en realidad, no se suelen dar en la naturaleza. Son "naturales" pero creados artificialmente.
Y hay cosas artificiales que son buenas, necesarias y hasta imprescindibles, como la ropa que nos ponemos encima (al menos en algunos contextos, momentos y climas), la calefacción en invierno, la refrigeración artificial en verano (todo dependiendo de momentos y lugares, claro), muchos útiles cotidianos o extraordinarios... y seguramente un día necesitaremos de naves espaciales para que la humanidad (y hasta la vida de la Tierra) pueda propagarse o, incluso, sobrevivir.
En 5.000.000.000 de años se calcula que el Sol devorará la Tierra. Toda la vida de la misma.
Y puede, es muy probable, que, antes, un meteorito vuelva a ponernos al borde de la extinción, o una emisión de rayos gamma que venga de una hipernova, o enormes erupciones volcánicas que duran cientos de millones de años. Todos estos desastres recién mencionados se considera que ya han ocurrido en nuestro Planeta, respectivamente, hace 65 millones de años, hace 450 millones de años, y tres han sido las grandes extinciones de índole volcánica (incluyendo la mayor de todas hace 250 millones de años, entre el Pérmico y el Triásico) que han puesto la vida al borde de su desaparición en nuestro, por lo general, amable y acogedor planeta.
Las que quedan por mencionar fueron hace 377 y hace 200 millones de años, respectivamente, una "pluma del manto" y la gran erupción de la "Provincia Magmática CentroAtlántica".
Y todas esas cosas son absolutamente naturales.
Además, al distinción entre "natural" y "artificial" tampoco es muy fiable. Porque supone que todo lo que haga el ser humano es artificial y todo lo que hace el resto de los seres es natural.
¿Y por qué es artificial un hacha bifaz hecha por un neanderthal y natural el palo que un chimpancé ha cortado, pelado y utilizado repetidamente para capturar termitas?
Hay una buena decena de animales que emplean herramientas para: medir profundidades; para alcanzar alimentos; jugar, como los delfines, que también usan esponjas como protector del hocicos en sus búsquedas en los fondos marinos; para rascarse (los elefantes) y hasta para cavar en busca de agua; para romper frutos duros o huevos (simios, quebrantahuesos, nutrias); hasta se han visto a elefantes lanzar piedras contra cercados eléctricos para anularlos creando cortocircuitos.
El súmmum viene, claro, de chimpancés que son capaces también de seleccionar, transformar palos, incluso afilarlos y hacer con ellos lanzas para cazar pequeños primates.
No voy continuar por este lado, pero he querido presentar la debilidad de la clasificación, de los términos natural y artificial.
Así que, mi criterio para lo bueno y lo malo no es natural/artificial, algo tampoco del todo claro, sino vital/no vital. Lo que favorece la vida es bueno (al menos para la vida), lo que la daña es menos bueno. Claro que siempre hay que poner en la balanza una cosa que la favorece en un sentido y otra que en otro; muchas veces se da la disyuntiva de la muerte de un ser por la supervivencia del otro...
No es completamente sencillo.
Pero es un buen criterio. Y es el que he adoptado.
De hecho, no uso ni fármacos naturales ni fármacos artificiales (los unos son tan tóxicos como los otros, al menos lo son en similares concentraciones) salvo excepciones (anestesia para intervenciones dentales o quirúrgicas, muy raramente algún analgésico, cuando una herida podría impedirme dormir...).
Para mí (y creo que para la naturaleza también es así) todo lo que el cuerpo no pueda asimilar (hacer formar parte del organismo) es tóxico, y no importa el grado de intervención humana que haya sufrido. El cuerpo se esfuerza siempre en expulsarlo y, si no puede, lo aísla poniéndolo en un rincón o los expulsa por caminos alternativos (sabañones, gota, dolores articulares, artritis, acné...).
Pero también es cierto que la lista de cosas artificiales que dañan la vida no son similares, ni siquiera en número, a las naturales. No hay más que comparar las listas de elementos radiactivos naturales y artificiales, para darse cuenta de que el ser humano es el mayor creador de venenos. Así que, ya parto con un cierto prejuicio al ver que raramente el ser humano mejora la naturaleza, más bien la destruye, desvirtúa o prostituye.
Y cuando mejora algo suele ser por la lenta vía de la selección y cruzamiento (como pasa con las variedades de vegetales y de animales, en que nos incluimos al ir seleccionándonos para aparearnos), y no por medio de la síntesis molecular o manipulación genética que suele generar más riesgos y efectos secundarios que beneficios (salvo económicos para quien nos cuela el supuesto elixir mágico, claro).
La medicina, la dietética y la biología, al parecer, nos han ayudado a vivir mejor.
¿Es verdad?
¿No están, en realidad, al servicio de los intereses de las grandes corporaciones médicas, farmacológicas, químicas y gestoras de la "salud" pública?
Asistimos a una creciente artificialización de la vida, todo para alejarnos de lo simple, de lo natural, de lo barato o gratuito y, así, de paso, encarecer las materias primas, hacer complejo su uso, hacernos dependientes de sus intereses y manejos... Ganar dinero. Y poder, claro.
Y esto es una consecuencia lógica cuando los seres humanos, en este sistema capitalista que fomenta la desigualdad y la acumulación, luego la pobreza en el otro extremo de la cadena, nos tenemos que ganar la vida inventando o vendiendo cosas o servicios que supuestamente van a mejorar la vida o el nivel social de las personas que lo usen. Estamos en una carrera para crear necesidades que nos hagan ganar dinero.
Un ejemplo interesante es la introducción del pan blanco, como un producto mucho más agradable y duradero que el integral, y, luego, cuando se vio que su falta de fibras y vitaminas era perjudicial, en vez de volver al integral, se inventó el pan enriquecido. La industria capitalista actúa así: genera problemas por querer sacar más dinero y luego una solución que les dará aún más ingresos.
La invención de la silla de ruedas, por ejemplo, estuvo muy bien para ayudar, dar movilidad a personas con incapacidad (temporal o permanente) para caminar, pero ¿deberíamos usar todas las personas tal ingenio por muy interesante que sea?
En todo caso, conviene mirar de dónde vienen la mayor parte de las parálisis y tetraplejias y llegamos a la conclusión de que nos conviene mejorar nuestra forma de trabajar y de transportarnos, de alimentarnos y hasta de medicarnos, pues no pocas de las enfermedades degenerativas son ocasionadas por intoxicaciones médicas, sanitarias o alimenticias. Detalle que la industria intentará ocultar, claro. Recordemos la tetraciclina de los años 70, la talidomida de un poco antes, el envenenamiento por dietilenglicol de Panamá en 2006, las deficiencias mentales por el Depakine de Sanofi... Y, por supuesto, el síndrome tóxico español de 1981 que más que al aceite manipulado habría que atribuírselo a un veneno de Bayer (Nemacur). Pero los responsables no suelen ser condenados, porque tienen mucho dinero para conseguir echarle el muerto a otros más modestos (en el último caso a gente que hacía pasar aceite de colza por el de oliva).
O de la forma que tenemos de relacionarnos con nuestros pulmones: metiéndoles mierda ambiental por lo que la industria y sus productos contaminan, o por el tabaco que otra industria nos vende como algo elegante, adulto, sofisticado, placentero...
Los trasplantes son geniales para posibilitar la vida a alguien que, de otro modo, moriría. Pero invito a reflexionar sobre los mismos factores antes mencionados que nos llevan, a la mayor parte de necesidades de intercambio de órganos o tejidos.
Con las transfusiones pasa otro tanto, un invento que puede salvar vidas, pero, desgraciadamente, que queda muy al servicio de un sistema médico manipulado por los intereses económicos de las grandes corporaciones químicas y farmacéuticas.
No hemos de olvidar que, hacia el final de la primera guerra mundial (1914-1918) las empresas químicas, que fueron las grandes beneficiadas del conflicto (explosivos, gases venenosos de uso militar generalizado en ese conflicto como el sarín, mostaza, cloro...), se empezaron a preguntar qué iban a hacer para afrontar el desastre que se les avecinaba, ese de dejar de tener pingües beneficios. Y, más en concreto, qué hacer con el stock de explosivos que ya tenían para vender a la industria armamentística (si no eran ellos mismos) y a los estados en conflicto. Casi todos eran de base nitrogenada (TNT, nitroglicerina, dinamita...) así que se les ocurrió la gran idea: vendérsela a agricultores. Aprovechando que muchos hombres movilizados iban a volver a sus casas, retornar a cultivar la tierra, que grandes extensiones del frente volvían a ser terrenos de cultivo... Pues era el mejor momento para hacerles creer que, usando sus nitratos, las cosechas iban a ser mejores. Y lo fueron, sí, en los casos de los terrenos que pudieran estar a falta de esos determinados nutrientes. Temporalmente.
Y, así, contando con suficiente poder económico para manipular los medios, la gente se creyó su excelencias. Y pagó un precio muy caro: el de la dependencia de los químicos, inicialmente en su uso como abonos, y, luego, una vez perdido el equilibrio orgánico de la tierra, para comprar plaguicidas, más abonos, herbicidas... que los hicieron ya completamente dependientes de quienes les vendían todas esas panaceas.
Y es que, además, con esa creciente contaminación de los suelos y del agua, esa misma industria química, y más específicamente la farmacológica (intrínsecamente unidas) se volvió a forrar vendiendo miles de fármacos que paliaban (o disimulan) los males que la propia industria química y farmacológica generaba.
Es un poco como la huída hacia adelante de Barack Obama cuando fue nombrado presidente de los Estados Unidos de Norteamérica: en vez de defender la supervivencia de los bosques y una política de replantación planetaria (tocadas por su política de monocultivos extensivos que su país genera y exporta, sobre todo para mantener su régimen a base de hamburguesas), reduciendo el derroche y poniendo límites a las emisiones, quiso vender la idea de que instalar millones de paneles fotovoltaicos por su país y el resto del mundo, tendría en mismo efecto de cara a parar el cambio climático. Claro, lo que dicha medida no tiene es el mismo efecto económico en las cuentas de las grandes multinacionales que se forran con la tecnología solar. Por muy "ecológico" que parezca, lo fotovoltaico es complejo y muy industrializado. El dopaje (la transformación) del sílice para que se vuelva sensible a la luz solar, es un proceso muy monopolizado y rentable para la industria química.
Y no voy a insistir con la historia de las grandes corporaciones químicas y farmacológicas (Bayer, BASF, Monsanto...) que penetran todos los resortes del poder (gobiernos de la Unión Europea, de USA, de otros muchos países, seguramente de todos) para ponerlos en armonía con sus intereses.
Las necesidades del ser humano son sencillas: alimento, abrigo, vivienda, relación, diversión, reproducción, comunicación, contacto, afecto, sexo...
Pero estas necesidades, se han puesto (y se siguen poniendo) en manos de corporaciones muy muy poderosas, que, mediante la estrategia de hacer complejas las relaciones de consumo e intercambio, juegan a apoderarse cada vez más de esas nuestras necesidades básicas, para hacer negocio con ellas. Con ello consiguen alejarnos cada vez más de la vida simple y de las relaciones directas y sencillas, haciéndonos cada vez más dependientes de sus servicios y productos.
Si meten sus zarpas en nuestras necesidades más básicas, nos hacen dependientes, si nos hacen dependientes, se forran con ello y, de paso, nos crean nuevas necesidades para forrarse más.
Hace cien años en Estados Unidos la industria de la carne estaba en manos de cientos de corporaciones. Actualmente hay unas pocas y una sola hace LA TOTALIDAD de las hamburguesas que se venden en todo el país. Usando, de paso, obra de mano esclava de presos o de inmigrantes ilegales que les sale muy muy barata untando al político de turno que se la vende.
La política de hacernos dependientes es especialmente evidente en el caso de la manipulación genética: nos venden la moto de que con plantas superresistentes a las plagas, con plantas especialmente resistentes a las sequías, a la química (que ellos mismos diseñan y venden) se podrán conseguir mejores cosechas, pero lo que, realmente, hacen, es vendernos un producto del que nos volveremos dependientes, que deberemos comprarles todos los años (o incluso pagarles por hacer uso de ellos involuntariamente, cuando sus plantas polinizan a las nuestras) y otros innumerables para paliar los inconvenientes que sus propios productos generan.
No en todos los países del mundo, pero en USA, por el hecho de que se pueden patentar normas de juego, formas de ordenar elementos, dispositivos derivados de la disposición relativa de múltiples componentes o procedimientos para hacer las cosas, los genes modificados son propiedad de la corporación que los ha inventado y, así, se enriquecen a base de multar a los vecinos de las cosechas de sus semillas, hasta expropiándoles tierras.
Y luchar jurídicamente contra dichas multinacionales es prácticamente imposible, supone invertir millones de dólares y batallar durante años, cosa que pocas personas pueden.
En el campo reproductivo, la industria se frota las manos con la venta de sistemas de contracepción, cuando el control de concepción puede ser tan fácil como conocer el aspecto natal sol/luna de la mujer, porque ella (según la información que recibí hace ya décadas, y corroborada por mi experiencia e investigación) siempre ovulará en esa misma fase lunar en que nació. A mí me ha funcionado perfectamente durante tres décadas.
Pero eso no se nos cuenta, porque nos hace autónom@s. Y sale gratis.
Y no digamos lo interesante que resulta que existan enfermedades de transmisión sexual para poder vender productos y servicios que las parchean.
Y lo mismo con cualquier otra enfermedad. Acabar con ellas o dar a conocer sus auténticas causas no da beneficios.
Ya no se puede saber si no son esas mismas industrias de lo sanitario quienes crean enfermedades y las difunden para enriquecerse con los tratamientos y remedios. Si no lo están haciendo ya, llegará. Si se les deja.
Las alergias se están multiplicando en los últimos años. Y eso se debe a la artificialización de la dieta y del ambiente en que vivimos, pues en las ciudades la tasa de alergias es el triple que la que se da en medios rurales: no son los alérgenos naturales los que, realmente, desencadenan las alergias, sino otros intermediarios. Las crecientes alergias al polen se dan no por el propio polen, sino por la combinación entre pólenes y sustancias artificiales diseminadas en el aire.
Los efectos de la creciente e infinitamente diversa mezcla de químicos artificiales (entre ellos mismos y con los naturales) son imposibles de medir.
Claro, contaminamos creando alergias, luego creamos productos para combatir esas alergias y, con ellos, contaminamos aún más, engordando la bola de nieve del negocio químico.
La naturaleza hace las cosas bien (no en balde ha tenido miles de millones de años para ensayar), y en muchas cosas y casos se ha visto que la forma de hacer ella las cosas tiene más sentido y mejor resultado que las vías artificiales
Si un espermatozoide es más rápido, resistente, más exitoso en llegar en el momento adecuado hasta las trompas de Falopio y de quedarse allí o es escogido por el óvulo, puede que eso tenga su reflejo en la personalidad o genética del bebé y de la persona adulta que sale de ella.
Acudir a la reproducción asistida o artificial, puede tener esos inconvenientes que, como otras muchas cosas, se descubren cuando el mal ya está hecho.
Es lo que pasó con la oveja Dolly, el primer ser creado por clonación. La sintetizaron a partir de un óvulo al que le eliminaron el núcleo y dicho gameto esterilizado fue fertilizado con el núcleo de una célula mamaria de otra oveja distinta. Esta contaba ya con seis años y su material genético también, por lo que al nacer Dolly, ya presentaba características y males propios de una oveja de seis años. Y es que ni siquiera para los genes el tiempo pasa en balde, ciertas partes del ADN que se denominan telómeros (y que, al parecer, sirven para indicar dónde acaba un gen y dónde comienza otro y así las proteínas que derivan de tal ADN cumplan felizmente su función) se suelen ir acortando con la edad, según se van replicando las células una y otra vez, lo que hace que la reproducción celular sea cada vez más imperfecta, y eso lleva a que el organismo vaya perdiendo facultades, envejezca.
Y es que cada vez que los seres humanos metemos la zarpa en algo que ha funcionado bien durante miles, millones o, incluso miles de millones de años, nos arriesgamos a fastidiarlo. Así lo hemos hecho en nuestras invasiones de los lugares que hemos ido poblando (cientos de biotopos destruidos y de especies extinguidas, por ejemplo, con la llegada de los primeros humanos a América o a Australia) y con las culturas con las que hemos ido cruzándonos. En realidad, exterminando.
Por ahora esas técnicas de clonación no se han generalizado en seres humanos. Pero sí que se asiste a una vulgarización de métodos de reproducción. Como los medicamentos o las sillas de ruedas, pueden ser muy interesantes en algunos casos, pero si la industria desarrolla algo, lo querrá poner al servicio de la masa, fomentar su venta sea como sea, para aumentar su ingresos. Y eso, puede ser peligroso.
Por ejemplo, personas que no están bien de la cabeza pueden tener acceso a una reproducción que, de otro modo, lo tendrían más difícil. Y una persona mal de la cabeza favorece que su hij@ también lo esté. Luego esa persona, o incluso su descendencia, van por ahí impactando en la vida de otras personas.
No hay nadie completamente bien de la cabeza. Nuestra sociedad está enferma, en muchos sentidos, y nos vamos transmitiendo esas paranoias, obsesiones, ideas equivocadas, y agresiones variadas.
Pero hay personas, por ejemplo, que van por la vida mintiendo a todo el mundo, porque su vida, sobre todo su infancia, fue una mentira enorme. A mí me tocó una de esas experiencias (por ahora solo en francés), una mujer que fingió quererme porque no quería estar sola. Así que fue todo lo que yo buscaba hasta haberme enganchado y mientras pensaba que serviría para llevar a cabo su plan: tener un hijo, a mi costa y cargo, para luego quedarse con él.
Así iba a continuar la rueda, que empezó con el padre de ella, que había tenido también una experiencia desequilibrada. Se obsesionó con lo que desde la infancia le faltó, el dinero y, a su hija (a la que fue mi compañera), en consecuencia, lo que le faltó fue el amor, pues para su padre y a su madre la prioridad fue el dinero, y dejaron a la niña de lado. Una niña que había nacido por accidente.
No es que mi vida hubiera sido perfecta, pero cuando caí en manos de una mujer que ya le había mentido a su exmarido, años antes, haciéndole creer que lo amaba, para no estar sola, para sentirse amada, con lo que, además, generó grandes complicaciones para ella y para otras personas, además me mintió también a mí, más tarde, para terminar aún peor, pues yo me enfadé mucho al descubrir aquello. y, en vez de alejarme y retomar mi vida en otra parte, en paz, me metí en una guerra de enorme desgaste y dureza...
Bueno, lo que quiero decir, es que esta mujer terminará (ojalá me equivoque) engañando a alguien y teniendo una hija o un hijo (por donación puntual o por fertilización artificial) a quien transmitirá su enfermedad, o la complementaria. Y vuelta a empezar.
Si se tiene que hacer por los medios tradicionales es más fácil que haya una detección y un rechazo a implicarse personas en semejante situación. Pero si se facilita la posibilidad de tener hij@s en solitario, cualquiera con un serio trastorno accede. Y también transmite su transtorno (o el complementario, por el efecto rebote).
Puede que el hecho de necesitar pasar una cierta prueba de sociabilidad sea importante, por ejemplo en la adecuada inserción social y una correcta educación psíquica para tener descendencia.
Si una persona no es capaz de vivir en sociedad, en pareja, es mejor que no tenga descendencia. Y no me refiero a esterilizar a la gente. Pero sí, al menos, a dejar que la naturaleza haga su papel. Si a cualquiera y en cualquier momento le podemos vender un niño o una niña, o el acceso a, nos encontraremos con cada vez más niñ@s abandonados, o, casi tan malo como lo otro, excesivamente mimad@s, criados a capricho (y no en el respeto mutuo) que no es lo mismo que amad@s, que aprenderán a hacer cualquier cosa con la vida de las demás personas.
Si no eres capaz de socializar con otra persona en pareja, ¿qué socialización básica llevará la persona que vas a educar por tu cuenta?
Es paradigmático el conocido ejemplo de Michael Jackson, (complejos, color artificial, cara artificial, reproducción artificial, muerte por sobredosis de anestésicos...). Tal vez todo viniera del amor artificial que, al menos, su padre, le brindó de pequeño. Creo que todo ello va ligado, no es casual que el mismo hombre hubiera hecho opciones tan controvertidas, tan artificiales y tan superficiales.
Ya hemos visto bastantes ejemplos de lo que ocurre cuando se fuerza la naturaleza, cuando se va contra ella.
Hubo paises en que se extirparon sistemáticamente y preventivamente las amígdalas o el apéndice a las personas según nacían. Se creía que eso ahorraba problemas (y, claro, generaba ingresos a alguien). Luego se supo que los creaba. La naturaleza raramente hace algo inútilmente y si tenemos un órgano, aparentemente inútil, puede que no lo sea tanto y que nos proteja de una afección en un lugar más peligroso.
De paso, con la electronificación de la mayoría de nuestros intercambios, de nuestras relaciones y de la información, ha aumentado la capacidad de controlarnos, sofocar cualquier revuelta, desarticular desde el inicio cualquier iniciativa social de cambio profundo y necesario.
Sin tener que llegar al asesinato de presidentes, de políticos, de opositores, de agentes sociales por el cambio, de simples campesinos que luchan para mantener o conservar sus tierras. Pero si hace falta, lo hacen. Y punto.
La forma moderna de relacionarnos a través de las redes sociales es cada vez más superficial, mientras estamos cada vez más aislad@s.
Ten a la gente ocupada ganándose la vida, preocupada por cosas que no sean las fundamentales, alejada de sus verdaderas necesidades, esclavizada por caprichos y modas... Y le podrás vender lo que quieras: la tienes a tu merced.
(CONTINUARÁ)
(1) Lista completa de elementos radiactivos naturales: algunos tecnecios, bismuto, polonio, astato, radón, francio, radio, actinio, torio, proactinio y uranio.
(2) Lista completa (aunque no definitiva) de elementos químicos de síntesis: el resto de tecnecios, neptunio, plutonio, americio, curio, berquelio, californio, einstenio, fermio, mendelevio, nobelio, laurencio, rutherfordio, dubnio, seaborgio, bohrio, hassio, meitnerio, darmstadtio (ununnilio), roentgenio (ununio), copernicio (unumbio), nihonio (ununtrio), flerovio (ununquadio), moscovio (unumpentio), livermorio (ununhexio), teneso (efelio), oganesón (ununoctio)...
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